El acantilado de la escritura
Anotaciones del viaje sobre la luz, la naturaleza y el deslumbramiento.
Marzo.
Mendoza.
Relieves sin fin van apareciendo en el camino de Malargüe a Las Leñas. El Pozo de las Ánimas es una formación geológica correspondiente al proceso de disolución de caliza o yeso por la acción de aguas subterráneas. Se convierte en una revelación: ¿no es acaso la escritura algo parecido?
«Acantilados y aguas profundas», anuncia un cartel en tono de advertencia. Sin embargo, yo imagino un poema.
Mientras nos acercamos al destino, pasamos por cursos hídricos que reflejan una belleza azul levemente conocida. Pienso en la escritura como los arroyos, los ríos, los lagos que he ido filmando en lo que va del viaje; la proyecto así, destellante sobre la superficie de mi cuerpo.
Quisiera asomarme al acantilado de la escritura, asomarme aún con vértigo de incertidumbre, asomarme hasta transformarme en las aguas profundas que disuelven mis propias resistencias.
Marzo. Isla submarino, Mendoza.
Estudios sobre la luz.
La vista desde el mirador parece un sueño. A diferencia de ayer, los colores de hoy parecen diluidos por la niebla. El sol modifica el paisaje de manera asombrosa: arcoiris, texturas, sombras, proyecciones. La luz transforma las gotas de lluvia en pequeñas piedras preciosas, fulguraciones de la naturaleza.
Por la noche, sólo hay siluetas, contornos; la textura del mundo desaparece y da lugar a algo más. El misterio de la nocturnidad nombra la belleza de una manera distinta, la profundidad de campo se convierte en la amplitud de la penumbra.
La luz santifica la materia. La atmósfera del pensamiento, entonces, comienza a escribir en mí. La trama verdadera que la realidad me ofrenda es mejor de lo que podría haber imaginado. Siempre lo es. La sensación de extrañeza es tan pura que es indescriptible. Por más que nunca pueda alcanzar el secreto de la luz, sé que al menos puedo admirarlo.
La escritura es como la luz: no puedo hacer que suceda, acontece repentinamente. A veces, irrumpe en la inactividad de las manos como un milagro audaz que me hace intentar lo desconocido.
¿Admirar la luz es como rezar?
¿Rezar es como escribir?
El cuaderno es el cuerpo de la escritura. La realidad poética es el latido.
¿En qué momento la fe, lo divino y la oración santa empezaron a ser parte de esta escritura?
¿La naturaleza me acerca a Dios?
La naturaleza me acerca a Dios.
No existe iglesia en mi escritura, pero sí un templo, un corazón sagrado, palabras que surgen como un haz de luz.
Paisaje de fondo para esta escritura: